Mama solía decir “CADA HIJO/A ES UNA BENDICION Y
UNA CRUZ, SI TIENES MUCHOS HIJOS/AS ERES MUY BENDECIDA Y CRUCIFICADA”. Cada
hijo/as es objeto de preocupación de una buena Madre.
Los misioneros/as por el hecho de
haber optado por el seguimiento de Cristo, no hemos mutilado esta importante
dimensión de la Paternidad o Maternidad, al contrario, por medio de nuestro
voto de castidad, tenemos la oportunidad de vivir más profundamente y a plenitud este aspecto.
Porque la Castidad es la fuerza espiritual que protege al amor de cualquier
egoísmo humano.
Es maravilloso sentirse mujer y mucho
más cuando se experimenta el ser Madre. Hay muchas mujeres en el mundo que
siendo Madres no se sienten mamas.
En mi caminar como misionera
Ad-gentes, me siento madre de las almas; y más específicamente en las áreas de
las que soy responsable, tales como la educación de los niños/as de pre-escolar
y de los Niños/as Pastorcitos/as, estando también así en contacto más directo
con los padres y madres de familia. También con la Infancia Misionera, en el
acompañamiento de los animadores y los pequeño/as misioneros. La cercanía con
esta gente sencilla y pobre toca lo más profundo de mis entrañas.
Y claro, no todo es color de rosa,
hay momentos en que a esos hijos a quienes has hecho el bien son ingratos, se vuelven contra ti y entonces nuestras
expectativas son frustradas. Sin embargo la necesidad de una Madre es PERDONAR,
es una de las capacidades más hermosas y heroicas con la que Dios ha dotado a una mama. Y este
es uno de los secretos de una evangelización más eficaz en estos territorios no
cristianos. El acompañamiento a estos hijos/as del alma es un proceso lento que requiere mucha paciencia
y amor. Un Samburu tiene derecho a
enojarse, pero si tú te enojas con ellos,
en sus esquemas no está permitido. Todo esto, porque son todavía niños/as en su
fe. Aunque ya poco a poco van entendiendo la dimensión humana de un
misionero/a. Cuando ellos sienten que no hay nada en mi corazón contra ellos,
se acercan a mí nuevamente, nuestras relaciones se sanan, se fortalecen más
y la vida continúa.
Gracias Señor Jesús, por darme la
oportunidad de vivir la dimensión de la maternidad en estos lugares específicos
de misión. Ayúdame a ser una buena Madre Espiritual, que pueda ayudarte a
llevar a estos hijos a ti. Dame la capacidad de perdonar sus errores, también
de reconocer los míos y juntos
enriquecernos. Que camine junto a ellos.
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